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miércoles, mayo 06, 2009

El Coraje Moral: el caso de Venezuela



Por: Gustavo Coronel

Gandhi, Mandela, Walesa, Havel tienen algo en común: actuaron, contra todo riesgo y con perseverancia, en concordancia con sus principios y valores. Son vistos como héroes en sus países y en el mundo entero porque se expusieron al sufrimiento personal, a la pérdida de su libertad, a fin de hacer lo que creyeron moralmente correcto. Siguieron el camino de Lutero (“Aquí me planto, no puedo hacer nada diferente y que Dios me ayude”) y de Thomas More en su enfrentamiento moral con Henry VIII.

En nuestro país hemos tenido notorios ejemplos de coraje moral: José María Vargas y Rómulo Gallegos y, sin duda, muchos venezolanos menos conocidos quienes han actuado durante su vida guiados por valores y principios que no pusieron nunca a la venta. Sin embargo, el coraje al cuál los venezolanos rinden pleitesía no es el coraje moral sino el físico. Todos deseamos ser “machos” y hacer gala de nuestra valentía ante el peligro. Pero cuando se trata de enfrentar inconveniencias, rechazo de la gente, impopularidad y pérdida de status social, son muchos los venezolanos que tienden a ser más “pragmáticos”. La defensa de valores y principios se hace más elástica en la medida que mantenerla exige enfrentar rie sgos a la posición en la sociedad, en el trabajo, en el gobierno y en la medida en la cuál la defensa de los principios exige esfuerzo y perseverancia. Demasiados compatriotas prefieren callar a nadar contra la corriente.

Uno de los ingredientes principales de la cobardía es la creencia en que los valores son relativos y están condicionados por la cultura o las circunstancias. Muchos exhiben gran habilidad para racionalizar su cobardía de esta manera, sobretodo cuando la cobardía les redundará en beneficios materiales.

Sin embargo, todos sabemos que el relativismo moral no existe. Los grandes valores que guían la acción moral son los mismos en todas partes del mundo. No hay tal cosa como una moral para Zimbabue o Venezuela y otra moral para Francia o Estados Unidos. En encuestas realizadas entre 18.000 personas de 23 países el Instituto de Etica Global, radicado en Maine, USA, envió una lista de unas 50 cualidades o atributos morales que el ser humano debería tener en su comportamiento frente a sus semejantes. Los cinco primeros atributos seleccionados en todos los países fueron: la responsabilidad, la honestidad, el respeto, el sentido de equidad o justicia y la compasión. Estos son valores medulares del ser humano en todos los países del mundo.

El coraje moral puede entonces definirse como la disposición que muestra una persona a ser responsable, honesto, justo, respetuoso y solidario con sus semejantes y la determinación de sostener esos valores frente a los riesgos personales que puedan existir y por el tiempo que sea necesario. El coraje moral, apunta Russworth Kidder, autor del libro “Moral Courage”, Harper 2006, incorpora los valores, la aceptación del riesgo y la fortaleza para enfrentarlo mientras sea necesario. Los ejemplos de coraje moral son muy diversos y van desde tener que despedir del trabajo a un buen amigo quien ha faltado a sus deberes, a la denuncia de la injusticia y de la corrupción en su propio entorno o insistir en el cumplimiento del deber no importa cuales sean las consecuencias. Quienes denuncian un acto inmoral en sus empresas, en el gobierno o en las organizaciones donde laboran son generalmente objeto de grandes represalias y presiones y, en ocasiones, hasta incomprensión por parte de sus propios compañeros. Cuando denuncié al gobierno de la época por mudar a Puerto La Cruz la sede de Meneven con propósitos nada honestos, fuí despedido de la industria para la cuál había trabajado por casi 28 años. Muchos de los empleados de Meneven no comprendieron mi posición. Muchos creyeron que yo he debido permanecer en la empresa, aceptando la órden pero resistiéndola pasivamente (la órden se acata pero no se cumple). Pero eso, en mi opinión, no hubiese sido honesto ni responsable. Denuncié lo que debía denunciar y no me arrepiento de haberlo hecho, aunque ello me costó mi carrera e hiciera mi futuro muy incierto. Más aun, no hubiera podido proceder de otra manera.

El coraje moral requiere una aceptación del riesgo, del peligro de la pérdida de status , popularidad política o bienes materiales. La aversión al riesgo es lo que a muchos venezolanos les mantiene callados frente al trágico espectáculo de nuestro país, capturado por una pandilla de malhechores que ha derrochado casi 800.000 millones de dólares en diez años, la cuál no solamente ha violado todos los principios de vida libre y democrática en nuestro país sino que está arruinándolo material y espiritualmente a una gran velocidad. La ruina material y espiritual venezolana anda al galope sin que los venezolanos se rebelen decididamente en contra de este estado de cosas.. El régimen está destruyendo, una a una, todas las organizaciones democráticas, persiguiendo uno a uno a los miembros de la oposición mientras los venezolanos permanecen en silencio. El régimen ha mostrado una total ineptitud, una gran vocación para la corrupción y un total desprecio por el respeto hacia los ciudadanos pero los venezolanos permanecen en silencio. Peor aún, muchos venezolanos se complacen con lo que está pasando en el país, porque ello significa que por fin “todos somos iguales”, aunque esa igualdad exista en la miseria y la degradación. La confiscación de empresas privadas, la persecución arbitraria de venezolanos, el derroche de dinero en dádivas dentro y fuera del país, todo ello es visto por muchos venezolanos con la mórbida fascinación de quien asiste a una t ragedia ajena, sin conciencia de que les está pasando a ellos. Quienes tenemos conciencia plena de lo que nos está pasando somos una reducida legión que parece clamar en el desierto.

Por ello es especialmente reconfortante ver ejemplos de gran coraje moral como los que exhiben Antonio Ledezma, Antonio Sánchez García y Oscar García Mendoza, cada quien en su área de actividad. Ledezma le está pidiendo al ejército venezolano que deje de plegarse al dictador cargado de odios, que deje de humillarse saludando con la ridicula consigna de “patria, socialismo y muerte”, que deje de ser un instrumento de apoyo a los designios de un dictador y defienda los principios y valores de la constitución y de su misma institución, hoy profundamente degradada. Sánchez García está usando su pluma, con una perseverancia admirable, para alertar al país contra lo que le está sucediendo y para pedir una unificación de las fuerzas morales que podrían revertir el rumbo trágico que llevamos. García Mendoza es un hombre que ha mostrado una gran integridad en su profesión de banquero, una profesión que no se ha distinguido en Venezuela durante los últimos diez años, una profesión que se ha beneficiado enormemente de su silencio cómplice frente al déspota. Ello le da a la postura de García Mendoza más valor20 pués se encuentra nadando contra la corriente y está pagando un alto precio personal, familiar y profes ional por su coraje moral.

Así como estos tres hombres son dignos de reconocimiento, es también satisfactorio ver como hay muchos otros venezolanos quienes están en la misma onda y se adhieren a sus valores sin temor a las consecuencias: Manuél Caballero, Marta Colomina, entre otros cuyos nombres llenarían muchas páginas.

Mientras tanto, desde el otro lado de la talanquera moral hay ejemplos especialmente tristes de cobardía moral, porque alguna vez fueron gente aparentemente respetable: Roy Chaderton, Alfredo Toro Hardy, Eleazar Diaz Rangel, Luis Britto García, el mismo José Vicente Rangel, quien en épocas remotas parecía representar un periodismo de denuncia contra la corupción y ahora ha venido a constituirse en uno de los íconos de la revolución corrupta y despótica. No son muchos realmente los hombres previamente respetables que se han tornado en vasallos del despotismo. La cobardía moral predomina entre los venezolanos sentados en la barrera, asistiendo inexplicablemente al espectáculo de su propia destrucción, exhibiendo una cobardía mezclada con indiferencia y masoquismo. No hay, que sepamos, ningun intelectual de valía, ningun venezolano realmente valioso que esté plegado al régimen actual. Los seguidores del régimen son gente mediocre, resentida, ansiosa del poder y del dinero que ahora está a su alcance: son los chacones, los merentes y los isaiases; las linas, las cilias y las irises. Son gente cuya anatomía frecuentemente refleja sus torvas cualidades morales, generalmente fáciles de identificar por su aspecto en cualquier lugar del mundo, ya se trate de Calixto en Las Vegas, Hugo en Doha o Nicolás en Nueva York.

El coraje moral es el ingrediente que falta en Venezuela para dar al traste con la pandilla chavista que ha arruinado al país. Aunque estoy seguro de que aún si los venezolanos no hiciéramos nada para sacarla del poder, ella implosionaría debido a su ineptitud, la exhibición de cobardía moral que está dando la sociedad venezolana, con su pasividad y hasta masoquismo, representa un profundo descrédito para nuestro gentilicio.
Pronto tendrá que llegar la chispa que prenda la resistencia civil en Venezuela, una acción continuada en el tiempo, no una protesta esporádica.. Y esa chispa la encenderá un venezolano (a) con coraje moral. Ya no es posible aguantar mucho más.

Cortesía de: Manuel Inciarte Alamo

¿Está ganando Hugo Chávez la batalla política en América Latina? No lo creo. Veamos los hechos.



Cortesía de: Yosibell Bahamonde

Por: CARLOS ALBERTO MONTANER

Rafael Correa, como se sabe, triunfó en Ecuador con algo más del 51% de los votos. No está nada mal. No obstante, la oposición, sumada, no se aleja demasiado de la mitad del censo electoral. Otro dato: la hermana de Correa perdió en la lucha por la gobernación de Guayas y Jaime Nebot arrasó en Guayaquil con una imagen francamente anticorreísta. Todo un síntoma de la división que afecta al país. No hay duda de que una parte sustancial de los ecuatorianos respalda con entusiasmo al joven mandatario, pero no es una abrumadora mayoría y, en general, sus partidarios constituyen la mitad menos educada y económicamente más débil del país.

Poco antes de ese episodio, Mauricio Funes, un candidato independiente al frente de un partido comunista, había vencido en El Salvador con una proporción parecida de votos: menos del 52% de los sufragios. El candidato de la derecha obtuvo el 48%. Como en el caso de Ecuador, los sectores sociales A, B y C prefirieron al candidato conservador. Los sectores D y E al de la izquierda. Funes, que hasta ahora parece un hombre prudente, se dio cuenta de lo precario de su victoria y lanzó un mensaje conciliador. Tal vez no se deje arrastrar al reñidero del venezolano.

Sigamos. Según las encuestas más solventes, en las elecciones del 3 de mayo ganará en Panamá el candidato Ricardo Martinelli, un empresario muy exitoso que exhibe como su principal credencial la creación de supermercados populares y de numerosos puestos de trabajo. En Panamá, sencillamente, no ha calado la campaña antidemocrática de la izquierda chavista y, si se confirma la derrota de la ingeniera Balbina Herrera, es porque sus compatriotas asocian su nombre a la narcodictadura de Noriega y al guirigay del socialismo del siglo XXI. No quieren saber de eso.

En las próximas elecciones chilenas de diciembre ocurrirá algo parecido. Hay dos candidatos con posibilidades de triunfar: Sebastián Piñera, un riquísimo y dinámico empresario de derecha, y el ex presidente Eduardo Frei, un democristiano de centroderecha, también ideológicamente situado en las antípodas del chavismo. Cualquiera de los dos que salga triunfador estará en la acera opuesta al socialismo del siglo XXI.

Un mes antes de los comicios chilenos, en noviembre, los uruguayos pasarán por las urnas para elegir gobernante en segunda vuelta. Hoy parece probable que la contienda será entre el ex presidente Luis Alberto Lacalle, un enérgico candidato de corte liberal del Partido Nacional que ya ocupó la primera magistratura del país y lo hizo muy bien, y el ex tupamaro José Mujica, un hombre de la izquierda, muy popular pese a un pasado violento que no excluye el asesinato. A estas alturas es imposible predecir los resultados, mas no hay duda de que Lacalle tiene una gran oportunidad de triunfar, en la medida en que al final de la contienda se presentará la elección como una alternativa entre la experiencia sin sobresaltos y la aventura azarosa.

Las elecciones brasileras no llegarán hasta octubre del 2010, pero, si se mantiene la actual tendencia electoral, Dilma Rouseff, la candidata del Partido del Trabajo fervorosamente avalada por Lula da Silva, sería pulverizada en las urnas por José Serra, ex gobernador de Sao Paulo, un político de centroderecha afiliado al Partido Socialdemócrata, quien gobernaría en coalición con el Partido Liberal, como hizo en su momento su correligionario Fernando Henrique Cardoso, artífice de la estrategia económica de moderación que heredó Lula da Silva y que felizmente no ha traicionado.

La familia chavista, pues, por ahora queda reducida a un núcleo duro de países pobres y conflictivos (Venezuela-Cuba-Bolivia-Ecuador-Nicaragua), y a un entorno blando al que se asoma, tímidamente, el presidente Fernando Lugo de Paraguay, muy desprestigiado tras el escándalo de los hijos ilegítimos que han salido a la luz pública; el hondureño Manuel Zelaya, una figura débil y contradictoria que ni siquiera tiene el respaldo de su propio partido; y el guatemalteco Alvaro Colom, con un altísimo nivel de rechazo en un país que lo acusa de no saber cómo gobernar y mucho menos cómo frenar la violencia que estremece a la sociedad.

Chávez no está ganando. Por el contrario, ahora, en medio de la crisis económica, veremos cómo declina su influencia y se agudizan las contradicciones dentro de su magro espacio ideológico. Tomará tiempo y no será fácil, pero ese minucioso disparate está condenado a desaparecer.

http://www.elnuevoherald.com/392/v-print/story/441473.html